Deleite

Una siesta de domingo durmiendo boca abajo en su cama, metabolizando el alcohol que bebió la noche anterior.

La habitación recibe un mínimo resplandor de luz por las rendijas de la persiana entreabierta.

Su camisón negro apenas cubre parte de su cuerpo, y en esa posición apenas descubre su sexo depilado, que está levemente húmedo por los sueños que ella tiene. 

La puerta se abre sigilosamente, la figura de un hombre acercándose se hace más nítida.

Se toma los minutos para observarla, para acariciarla sin tocarla, susurrándole al oído todo lo que desea hacer con ella, como si escuchara, como si alimentara a esas imágenes que circundan por su mente.

Tan sólo desliza los dedos  por las  piernas de la joven,  lentamente, como marcando un trazo silencioso de deseo, puede sentir como se eriza cada centímetro recorrido, hasta perderse debajo del camisón, con suavidad. De allí  sólo recogerá unas gotas de néctar que llevará a su boca para saborearla desde lejos.

Siente su aroma de hembra deseosa, su sabor  lo enciende en un mar de lujuria, quitándose toda su ropa y agarrando su miembro con ganas.

Comienza a besarle los pies, sus piernas y termina con su lengua recorriendo completamente su vulva caliente, húmeda, ella se abre para él, se arquea, se contrae, tiene los ojos cerrados pero es consciente que está siendo devorada por una boca deseosa, tan deseosa como su agitada respiración.

La succiona, juega con su clítoris, con sus labios, con su cola, la habitación se invade de gemidos que no pueden controlarse.

Se agarra a las sábanas, mientras él la lleva al extremo del placer con su boca, la misma a la que ella se aferrará con besos, mordidas.

Presa del deseo,  ella también lo recorre completamente, necesita sentir el sexo de él en su boca, jugar con su lengua por toda su extensión, presionarlo con los labios, abarcarlo completamente,  su boca y sus manos, y experimentar como se pone loco ante esa provocación desmedida en su sexo.

Y ya no hay más control, la desnuda completamente y  se liberan, son animales sexuales en una cama desbordada de pecado.

Abre su carne, se mete en ella, la penetra una y otra vez, hasta que no aguanta más, hasta que explota, y reinicia.

Todo entra en juego, con movimiento, con calentura, con sonidos, con humedad, gemidos, que son gritos por momentos, súplicas, donde se clavan las uñas en la espalda.

Y más, más más …

Parecen desarmarse en la entrega, con sudor, con agitación.

Ella ya no escucha nada, momento en que se pierde en un gemido que contrae su cuerpo involuntariamente, se va de la conciencia toca el éxtasis con todo su ser y junto a él que que estalla en su interior, inundándolo todo.

Mueren y renacen envueltos en deleite.

Sin embargo al abrir sus ojos se da cuenta que esta sola.




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Comentarios

  1. Este texto me llevó a estar en trance.
    Tal vez yo rompa con la isotopía estílistica de mi comentario, pero no encuentro una mejor manera de contarle, que su texto me calentó.
    Gracias ;)

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  2. Muy bueno ...
    Cómo nos tiene acostumbrados
    Un placer.

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