Mi peque
Y en julio llueve en el D.F, pero esa tarde había sol y calor, te dije que me iba a la pileta, “alberca” para vos desde que vivís en México.
-Te alcanzo en un momento bebé, me fumo un “cigarro” y voy
Bajé los 3 pisos del edificio, y me esperaban 50 metros de agua celeste límpida y tranquila, toda para mi sola.
La piscina rodeada por los edificios del condominio, una arquitectura paisajística cuidada, con los verdes justos, y se podía ver el cielo impecable celeste , y el sol iluminándolo todo.
Mi pequeña bikini, no me impidió a tirarme de cabeza, y romper la tranquilidad del agua, primero crol, luego espalda, luego pecho, y mariposa, casi sin parar, de un lado a otro, feliz, feliz de poder nadar en toda la extensión, sintiendo el corazón galopar de emoción y cansancio.
Decidí parar en la parte baja, caminando hacia una de las orillas, cuando miro hacia uno de los edificios, y cuatro hombres desde una ventana me estaban mirando, como espiando, casi se chocan entre ellos al notar que me di cuenta de tal situación. Me molestó sentirme observada, en realidad fue como que me cortaron la libertad de disfrutar de mis movimientos en el agua, pero solo duró lo que mis pasos en la orilla, porque llegaste justo.
Te metiste conmigo, y nadamos un buen rato, jugueteábamos en el agua, me abrazaba a tu cuello, y me llevabas como un bebé, nos besábamos, nos rozábamos, el lenguaje corporal indicaba algo muy distante a la natación en ese instante, si no hubieran estado los condominios se que hubiéramos llegado a mucho más en ese lugar.
Me arrinconaste contra una de las esquinas, besándome, acariciándome, mirándome a los ojos, me dijiste:
-Peque, esta noche quiero llevarte a cenar.
Y salté de emoción, con un grito alocado, dejando claras nuestras diferencias de edad y de altura.
Cuando regresamos al “apartamento”, yo te buscaba, pero vos nada, me mandaste a la ducha, ya que se nos hacia tarde para la salida.
Cuando salgo de la “regadera” sobre la cama, descansaba mi vestido negro y una ropa interior del mismo color, indicándome que debía ponerme esa noche, aunque soy una rebelde sin causa, y no me gusta que me digan lo que tengo que hacer, te hice caso, y te di el gusto.
Tu mano sobre mi pierna mientras manejabas, y tu sonrisa…agregando que te gustaba verme así arreglada para vos, con mis medias oscuras, mis zapatos de taco alto, mi maquillaje.
Estacionamos el auto, en la parte trasera y para acceder al lugar, debíamos subir por unas escaleras, era un pequeño restaurante, un ambiente ideal para estar de a dos, luz tenue, excelente comida, y unos violinistas dándole el toque especial a la noche.
Cenamos, y en cada momento, tu forma de provocarme, de hacerte deseable, tu mirada, tu voz siempre tan pausada, y calma, que neutralizaban la actividad hormonal desaforada que llevaba, sentir tu mirada deseándome, ya solo quería volver y no podía pensar en otra cosa que en nuestros cuerpos desnudos.
Al regresar a la casa, subiendo las escaleras, me besaste y empezaste a tocarme, a excitarme aun mas, te sentaste en uno de los escalones y me sentaste arriba tuyo, besándome el cuello, rozándome los pechos , y metiendo tus manos debajo de mi vestido, ahí estuvimos un rato.
Y en la casa, ya me metiste en tu cuarto, los dos parados mirándonos, aunque soy mucho más pequeña que tu, te acercaste , tomaste mi cara con ambas manos, y me besaste, me mordiste levemente mi labio inferior, y ya no hubo más palabras, solo mi ropa deslizándose por el suelo, me recostaste sobre la cama, y la emoción era tan grande que comencé a temblar como una hoja, mucho, tanto que te impedía seguir, y me miraste y me dijiste
-Entregate, confía en mi
Y así lo hice, me besabas, me recorrías, me excitabas, yo hacía lo mismo, y acostada, te subiste arriba mío, con tus piernas abriste las mías, buscaste la entrada y me penetraste, y tus dos manos, se apoyaron sobre las mías, y tus labios, sobre los míos, y nos unimos en un gemido estremecedor, allí estuvimos moviéndonos, gozándonos, como las olas del mar, la agitación, el sudor.
-ya , chiquita, ya entregate…
Y te sentí, tu mirada, tus gemidos, tu estocada final, sentir como acababas en mi, agitado, temblando, besándome, en ese momento sentí como tirarme al vacío y flotar, y lo que sentí fue tan sublime, fue un bautismo de fuego, sentí fundirme en vos, y una lágrima rodó por mis mejillas, porque la vibración fue tan fuerte, que no pudo ser contenida solo por gemidos, esa lagrima de amor, que fue recogida por tus labios, y un tierno….”ay, hermosa, mi peque”.
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